Dr. Gastón Graviotto
Médico Neurólogo perteneciente al staff de A.L.M.A.
El envejecimiento poblacional producto de la mayor esperanza de vida y la calidad asistencial, está llevando a un incremento de casos de demencia y se proyecta que en las próximas décadas haya mayor prevalencia de esta patología.
Sumado a lo antedicho hay una creciente evidencia que relaciona el Covid-19 con el deterioro cognitivo como manifestación del Covid prolongado, generalmente observado en pacientes más jóvenes, y que se asocia a problemas de atención, problemas de concentración y ejecutividad. A este cuadro muchas veces reversible se lo ha denominado “niebla mental”.
Por otra parte, existen hallazgos que sugieren que algunos pacientes que padecieron Covid-19 pueden tener una aceleración de los síntomas relacionados con el Alzheimer. Aún es incierto si el virus acelera una condición preexistente, o si hace que se inicie un nuevo proceso similar al Alzheimer.
Una posible hipótesis para que esto suceda, es que las partes del cerebro alcanzadas por el virus, como las áreas responsables del sentido del olfato, coinciden con las afectadas por la enfermedad de Alzheimer. Los síntomas cognitivos observados en este último grupo parecen ser distintos de la “niebla cerebral”, y estar caracterizados por desorientación y problemas en la memoria reciente.
Teniendo en cuenta la alta prevalencia de estas patologías y para propiciar la consulta médica temprana es importante reconocer los síntomas iniciales de un posible deterioro cognitivo. El principal y más frecuente es la pérdida progresiva de la memoria, sobre todo de información de hechos recientes, lo que provoca que el paciente se torne muy reiterativo en su discurso o que pregunte de manera repetitiva lo mismo. Otra posibilidad son los problemas del lenguaje, por la dificultad para encontrar las palabras. Otro signo puede ser dificultad para organizarse y llevar adelante finanzas. Asimismo puede observarse cambio de conducta y comportamiento de una persona: si hace cosas que antes no hacía, si se ha vuelto más desinhibido, indiferente o más pasivo.
El diagnóstico precoz nos permite utilizar las terapias farmacológicas existentes desde el principio, actuar sobre ciertos factores de riesgo modificables, y de esta forma poder enlentecer la progresión del deterioro. Por otra parte, también nos permite abordar desde fases tempranas otras terapias no farmacológicas como la estimulación cognitiva.
También posibilita participar en ensayos clínicos, y acceder en este contexto a nuevos fármacos modificadores del curso de la enfermedad que se están llevando a cabo en fases iniciales.
La familia y el paciente pueden anticipar mejor el futuro planificando su vida a partir de ese momento y ralentizar los costos asociados a la dependencia.
En conclusión un diagnóstico precoz mejora la calidad de vida del paciente y de la familia, aumenta o mantiene su autonomía personal y optimiza sus capacidades cognitivas.